miércoles, 1 de julio de 2015

Medicalización del peso corporal. Cuestiones críticas en los discusos sobre obesidad


La visión catastrofista, sobre el control del peso corporal, que orienta al ciudadano hacia la consecución de un objetivo sin preocuparse del proceso de fomentar una verdadera conciencia de valores sobre la persona y su cuerpo, pueden producir preocupaciones nocivas sobre la apariencia corporal y la alimentación. Este tipo de visión puede generar consecuencias que pueden fomentar otros problemas de salud, relacionados con un enfoque centrado en la actividad física como ejercicio y en los alimentos como energía. Cada vez más se está empezando a poner de relieve que un gran número de personas tanto jóvenes como adultos están experimentando sentimientos de insatisfacción corporal y una relación problemática con la alimentación y la actividad física (1). Esta relación problemática puede desembocar en una percepción de la imagen corporal fuera del patrón de normalidad social. De esta forma hay investigadores que han concluido que los adolescentes y las niñas en particular suelen percibirse con mayor peso al real. Esta percepción se encuentra asociada a un nivel de autoestima más bajo y un mayor grado de insatisfacción corporal (2, 3).




Estas circunstancias plantean interrogantes en cuanto a si las iniciativas de las instituciones oficiales, originadas para la promoción de estos imperativos que favorezcan estilos de vida relacionados con la salud, en realidad están ayudando a la población a tener una mejor calidad de vida (4).  Debemos reflexionar desde las instituciones educativas y sanitarias sobre las estrategias pedagógicas sobre la promoción de la salud y analizar si tienen áreas de mejora. La educación para salud basada en conceptos mecanicistas con objetivos finalistas que se puedan medir y pesar en busca de la normalización de la salud se muestra insuficiente. Estas iniciativas no parecen favorecer el fomento de hábitos saludables en búsqueda de una buena salud física, psíquica y social. Incluso pueden originar un potencial riesgo de estigmatización de las personas que no pueden controlar su peso corporal al recordarle su responsabilidad y autonomía en el cuidado de su salud.  No se trata de desligar al ciudadano del cuidado de su salud. 



Creemos que debemos favorecer su capacidad reflexiva poniendo a su disposición las certezas e incertidumbres científicas y los posibles caminos a elegir. Los programas de promoción de salud, según nuestra opinión, deben evitar la focalización de la responsabilidad de los ciudadanos en su autonomía para cumplir un programa que les llevará a estar saludables. Si este objetivo no se alcanza la frustración llega con facilidad. Nosotros proponemos que estos programas posibiliten que el ciudadano sea participe y guíe su salud hacía sus conceptos de bienestar físico, psíquico y social construidos dentro de su proyecto de vida que constituye su propio yo.



La Ley de Salud Pública en Andalucía propone un proceso de “empoderamiento” de los ciudadanos para incorporar la toma de decisiones en el cuidado de su salud (5). Pero aún siendo esta una buena iniciativa, yo añado que a ese poder de decisión propuesto por algunas instituciones sanitarias es necesario darles forma en los programas de promoción de la salud con el objeto de favorecer un proyecto vital de los ciudadanos. Proyecto vital basado en la formación de la persona pero en relación con las instituciones sociales y otros ciudadanos, por lo tanto, compartiendo responsabilidades y decisiones por igual. Creemos que esa es la intención de esta ley cuando manifiesta la necesidad de empoderamiento de las personas en relación con su salud. Si no es así, ese poder de decisión sólo quedaría en la elección entre diferentes opciones ofrecidas por las instituciones.

Quizás sea el momento de orientar las estrategias en educación para la salud entorno a otras estructuras que no estén cimentadas exclusivamente en el cuerpo, la vida y la muerte bajo la responsabilidad exclusiva del ciudadano. La salud como defienden algunos autores debe convertirse en parte de nuestro proyecto biográfico y el aprendizaje de hábitos saludables debería ser un proceso y no una meta (6).




1. Goñi A. y Rodríguez A. (2004). Trastornos de la conducta alimentaria, práctica deportiva y autoconcepto físico en adolescentes. Actas Españolas de Psiquiatría 2004; 32: 29-36.

2. Perrin E.M., Boone-Heinonen J., Field A.E., Coyne-Beasley T. y Gordon-Larsen P. (2010). Perception of overweight and self-esteem during adolescence. International Journal Eat Disord; 43 (5): 447-54. Disponible en: http://dx.doi.org/10.1002/eat.20710

3. ter Bogt T.F., van Dorsselaer S.A., Monshouwer K., Verdurmen J.E., Engels R.C. y Vollebergh W.A. (2006). Body mass index and body weight perception as risk factors for internalizing and externalizing problem behavior among adolescents. Journal Adolescent Health; 39:27–34.

4. Agencia española de seguridad alimentaria. (2005). Estrategia para la Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad. NAOS. Ministerio de Sanidad y Consumo. Madrid: (AESA).



6. Magliozzi P. (2006). De la salud biológica a la salud biográfica. Santiago de Chile: Universidad Católica de Chile.




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