viernes, 17 de abril de 2015

Problemas metodológicos en la medición de la “epidemia de obesidad infantil”. Las claves de las diferencias entre los estudios EnKid y ALADINO.


La obesidad ha sido descrita por la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2004) como una "epidemia mundial". Los discursos oficiales de las instituciones responsables de la gestión de la salud pública continúan haciendo hincapié en que la prevención de la obesidad debería estar entre las prioridades en materia de salud pública. (Seidell, 2000; OMS, 2004). Pero esta tarea es complicada porque sobre la obesidad existen incertidumbres evidentes sobre sus causas, diagnóstico y tratamiento.

 

Los investigadores sobre la obesidad tienen dificultades para concretar cuáles son las causas de esta enfermedad (Alemany, 2003; Corrella y Portolés, 2008). Diferentes causas, tales como la alimentación, la actividad física, las costumbres, culturas y la genética parecen estar implicadas, aunque no se conoce en qué proporción. Además, se tiene dificultad para determinar cuál es la mejor opción diagnóstica. Por consenso se utiliza el índice de masa corporal (IMC) cuyo valor se calcula mediante la siguiente fórmula, IMC=Peso (Kg)/Talla (m2). Pero sabemos que el IMC plantea deficiencias para definir el porcentaje de grasa corporal de un individuo, especialmente en los niños y niñas (Moreno et al., 2005). También existen discrepancias entre los investigadores para identificar qué intervenciones terapéuticas o preventivas pueden ser las más eficaces. Incluso abordando la fisiopatología de la obesidad desde una perspectiva multifocal, existe dificultad para saber sobre qué aspectos actuar. El componente genético puede tener un porcentaje alto de responsabilidad, sobre el cual es improbable intervenir en la actualidad (Corrella y Portolés, 2008). Sin embargo, los investigadores parecen ponerse de acuerdo en indicar que los factores ambientales, en concreto el control de la alimentación y el fomento de la actividad física, son claves para el control del peso corporal.

En este post nos centraremos en los problemas metodológicos para diagnosticar la obesidad mediante el IMC como instrumento. Aunque exista consenso entre los investigadores en materia de obesidad para utilizar el índice de masa corporal (IMC), y aunque se ha visto que son pertinentes variaciones para la medición en diferentes edades sobre todo en la infancia, esta decisión no está exenta de controversia. En un principio se utilizó una definición de la obesidad y el sobrepeso infantiles basada en percentiles poblacionales (locales) del IMC: la obesidad se localizaba por encima de los valores del percentil 95 para la edad y el sexo, mientras que el sobrepeso comprendía los valores situados entre el percentil 85 y el 95. En España, basándose en estos criterios, se utilizaron desde el año 1988 las tablas de la Fundación Orbegozo (Hernández et al., 1988). Tablas en las que se basa el estudio enKid (1998-2000) que observaba una prevalencia de sobrepeso y obesidad del 30,4% en niños y niñas entre 6 y 9 años (Serra et al., 2003).  Sin embargo, esta opción tiene algunas limitaciones, debido al hecho de que las tablas disponibles de valores de IMC poblacionales reflejan la distribución gaussiana (normal) de una población. Además, las tablas de percentiles de IMC poblacionales pueden no ser útiles para valorar a personas de otras razas.

Por todo lo anteriormente expuesto, la OMS propuso utilizar los percentiles 85 y 95 de las tablas de los Centers for Disease Control and Prevention (CDC), correspondientes a las sucesivas encuestas NAHNES, cuyos datos estaban actualizados y en formato electrónico. Por otra parte, un comité de la International Obesity Task Force (IOTF) ha decidido adoptar los puntos de corte de IMC establecidos por Cole et at. (2000), elaborados mediante una proyección matemática de los valores correspondientes a la definición para los adultos de obesidad (IMC >30 kg/m2) y sobrepeso (IMC>25 kg/m2). En estas tablas se basa el estudio ALADINO (2010-2011) que observa una prevalencia de sobrepeso y obesidad infantil del 44,5% en niños y niñas entre 6 y 9 años.
 

Los estudios enKid (1998-2000) y ALADINO (2010-2011) son el paradigma de las diferencias de criterio en la comparación de tablas de referencia para el IMC en niños y niñas. Aparentemente el estudio ALADINO (2010-2011) ofrece en su resultado un incremento en la prevalencia del sobrepeso y la obesidad en relación con el estudio enKid. Sin embargo, no existen diferencias cuando los datos del estudio ALADINO se analizan con las tablas de la Fundación Orbegozo, deparando entonces una prevalencia de sobrepeso y obesidad del 30,8% en niños y niñas entre 6 y 9 años. Según los datos del estudio ALADINO desarrollado por la Agencia Española de Seguridad Alimentaria (2011) la prevalencia de obesidad infantil no ha aumentado en los últimos once años.  En el año 2005 se puso en marcha la estrategia “NAOS” basada en las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (2004). El estudio enKid fue el estudio de referencia en ese momento pero no teníamos datos de los sucedido en los últimos cinco años. Sin embargo si se puso en marcha una campaña para disminuir el supuesto aumento de la obesidad infantil que originó grandes costes económicos al estado. Del mismo modo también se generó alerta en la sociedad por los riesgos potenciales que suponía esta “epidemia de obesidad” para los niños y niñas. El estudio ALADINO viene a mostrar la necesidad de comenzar investigaciones a nivel mundial sobre el impacto de estas medidas en la prevalencia de la obesidad infantil y los hábitos alimenticios de los menores. Esta necesidad se basa en dotar de evidencia científica a las “impresiones” de los expertos.

 

La calificación de la obesidad como epidemia tiene sus riesgos potenciales. Autores como Campos (2004), Gard y Wright (2005) y Gard (2011) advierten de los peligros de tratar la obesidad como una epidemia.  Estos autores manifiestan que se ha optado por generalizar acerca de las causas y las consecuencias de estar obeso y ello conlleva ciertas dificultades. La principal causa es que los ciudadanos conviven con una visión particular de la obesidad, estar obeso es igual a estar enfermo. Entiendo que esta idea se deriva, en parte, de una compresión limitada, insuficiente y/o parcial de la salud, la obesidad, la alimentación, la actividad física, la sociedad y la cultura.

 

Alemany, M. (2003). Mecanismos de control del peso corporal. Revista de la Real Academia de Medicina de Cataluña, 18 (2), 44-49.

Campos, P. (2004). The obesity Myth. Nueva York: Gotham Books.

Cole, T.J., Bellizzi, M.C., Flegal, K.M., Dietz, W.H. (2000). Establishing a standard definition for child overweight and obesity worldwide: international survey. British Medical Journal, 320, 1240-1243.

Corrella, D. y Portolés, O. (2008). Avances en el conocimiento de las bases genéticas de la obesidad. En: Genética, Nutrición y Enfermedad (2008). CSIC. Madrid: Edimsa.

Gard, M. y Wright, J. (2005). The obesity epidemic. Science, morality and ideology. Londres: Routledge.

Gard, M. (2011). The end of the epidemic obesity. New York: Routledge.

Hernández, M., Castellet, J., Narvaiza, J.L., Rincón, J.M., Ruiz, I. y Sánchez, E. (1988). Curvas y tablas de crecimiento. Instituto de Investigación sobre Crecimiento y Desarrollo, Fundación Faustino Orbegozo. Madrid: Editorial Garsi.

 

Organización Mundial de la Salud (2004). Estrategia Global sobre Dieta, Actividad Física y Salud. Ginebra: OMS.

Seidell, J.C. (2000). The current epidemic of obesity. En C. Bouchard (ed.), Physical Activity and Obesity. Chapaign, IL: Human Kinetic

Serra, L., Ribas, L., Aranceta, J., Pérez, C., Saavedra, P. y Peña, L. (2003). Obesidad infantil y juvenil en España. Resultados del estudio enKid. Medicina Clínica, 121 (19), 725-732

martes, 14 de abril de 2015

Acoso social a las personas obesas


Diferentes investigadores se muestran críticos con los discursos que sociedades científicas y autoridades sanitarias ofrecen sobre la obesidad y el control del peso corporal. Gard y Wright afirman que las diferentes disciplinas que estudian e investigan sobre la obesidad presentan discursos con una carga moral e ideológica muy acusada. Proponen una actitud reflexiva sobre la necesidad de analizar en profundidad la situación actual en relación a la obesidad y el tratamiento social de las personas obesas que son catalogadas como enfermos afectados por una “epidemia de la obesidad” o “epidemia del siglo XXI”.






Los investigadores críticos con el planteamiento de tratar social y sanitariamente el problema de la obesidad como una epidemia advierten que se ha optado por generalizar acerca de las causas y las consecuencias de estar obeso y ello conlleva ciertas dificultades. La principal es la de convivir con los efectos de su particular concepción del problema, estar obeso es igual a estar enfermo. Estos autores entienden que esta ideación se deriva de una compresión limitada, insuficiente y/o parcial de la obesidad, la alimentación, la actividad física, la sociedad y la cultura.

 

 Gard y Wright sugieren que nos fijemos en la noción de que todo el mundo y en todas partes puede ser una víctima potencial de la crisis de la obesidad. Esta noción es transmitida como una verdad probada, que supone como mínimo, una exageración. De hecho, afirman que el predominio de esta explicación biomédica, desprecia las dimensiones socio-culturales, económicas, étnicas y de género que deben presentar el análisis multifactorial de la obesidad.

 

Campos afirma que se está realizando a nivel mundial una persecución del “gordo". El individuo obeso se encuentra en el centro de una tormenta de intereses y, aunque sea consciente del alcance de su proble­ma, se ve incapaz de conseguir el cambio que unos le piden, pero otros le dificultan, luchando continuamente en contra de una oferta ilimitada de ocio sedentario y alimento. Se sien­te culpable de ser obeso y culpable de no ser capaz de solu­cionarlo. En este ambiente no es difícil acabar en el aislamiento y la depresión. 

 

López de la Torre y Bellido se preguntan sobre esta persecución social del obeso y su posible estigmatización, “¿hasta dónde debería presionar la sociedad a un obeso bien informado y con suficiente capacidad de decisión para cambiar sus hábitos de vida en aras de un beneficio perso­nal, social y económico?” Es indudable que las personas con sobrepeso y obesidad sufren una presión moral sobre su cuerpo superior al resto de la sociedad. En la sociedad actual el ser obeso tiene una vinculación casi directa con conceptos como falta de voluntad, de autocontrol, dejadez y pereza. Aunque la presión sobre la imagen corporal comprende un amplio espectro, bien por estar demasiado gordo o demasiado delgado, por ser demasiado sedentaria o ser demasiado propensos a comer alimentos poco saludables, la sociedad no se cansa de recordarnos nuestras imperfecciones. Tal es la presión a la que esta sometida la población para hacerse responsable de su imagen corporal que investigadores como Campos aseguran que hemos construido una cultura que garantiza que pocas personas estén en paz con su cuerpo. Estas actitudes influyen negativamente en la percepción que una persona tiene de si misma afectando negativamente a su autoconcepto y autoestima. Estos procesos favorecen la génesis de trastornos de la alimentación como la bulimia o la anorexia dónde existe una distorsión de la imagen corporal.






Gard M, Wright J. The obesity epidemic. Science, morality and ideology. Londres: Routledge; 2005.

Campos, P. The obesity Myth. Nueva York: Gotham Books; 2004.

López de la Torre M y Bellido D. El acoso social del obeso. Revista Española de Obesidad 2008; 6 (Pt5): 235-6.