martes, 28 de enero de 2014

Obesidad y hábitos saludables, ¿educamos sin miedo?


Cada vez son más los autores que abogan por una forma diferente de fomentar hábitos saludables por medio de la educación para la salud. El cambio del miedo por la diversión es la clave. Los investigadores de diferentes campos de estudio coinciden en esta propuesta. Antonio Casimiro, profesor de la Universidad de Almería, habla de activar la mente a la par que activamos el cuerpo. La práctica de hábitos saludables debe ser un aliado para encontrar la felicidad personal. La práctica de un estilo de vida saludable no debe perseguir exclusivamente no enfermar o una imagen corporal concreta. Estos logros serán secundarios y vendrán por añadidura si disfrutamos con el proceso que conlleva el cuidar la salud. Para modificar conductas es esencial que las personas se encuentren bien con ellas mismas. Incluso fisiológicamente es necesario. Según  Mario Alonso Puig, médico y divulgador científico, sólo podemos aprender y cambiar conductas cuando segregamos dopamina que favorece la regeneración neuronal. Esta segregación se produce cuando nos encontramos en un estado de bienestar físico, metal y social que nos permite emprender actividades creativas. Por el contrario, cuando sentimos temor o miedo segregamos cortisol y glutamato que favorecen la destrucción neuronal.
Jose Antonio Marina, filósofo e investigador sobre inteligencia y creatividad, también crítica las prácticas pedagógicas basadas en el miedo por la falta de efectividad para promover cambios conductuales. Esto es debido principalmente a la paralización que producen estos discursos. El miedo se ha utilizado para motivar cambios por la capacitad “positiva” de poner en alerta a los individuos para actuar con prudencia. Sin embargo, cuando el miedo no se controla paraliza a los individuos, según Pilar Jericó.
En materia de educación sobre la salud y obesidad la prácticas de mansajes alarmistas es frecuente. El miedo a enfermar y a la exclusión social son premisas que se imponen en los discursos para el control del peso corporal. Pero al mismo tiempo, cada vez son más, los jóvenes que presentan una relación problemática con la alimentación y su cuerpo. Los jóvenes pueden estar generando actitudes de temor ante el imperativo de cuidar de forma mecanicista su cuerpo. Esta circunstancia puede llevar a los jóvenes a la inactividad en la práctica de hábitos saludables. Se les pide por parte de sus familias, medios de comunicación y educadores que realicen actividad física y practiquen una alimentación equilibrada sin fomentar el disfrute de ese proceso. El objetivo es finalista, cuídate para estar sano y no estar obeso. De esta forma será difícil que los jóvenes disfruten con el proceso de llevar un estilo de vida saludable. Quizás es al contrario, algunos los ven como un proceso tedioso y difícil de conseguir.

El cuidado de hábitos alimentarios y los patrones de actividad física son esenciales para contribuir a un estilo de vida saludable, pero para que sean sostenidos en el tiempo es necesario prestar atención a otras variables. La clave está en interiorizar el cuidado de uno mismo de forma subjetiva para gestionar nuestra salud dentro de un estado emocional positivo. No infundir miedo es fundamental para enseñar y fomentar cambios sobre las actitudes. Quizás la falta de atención a este particular es una de las razones del fracaso de los programas de educación para la salud que tienen como objetivo la promoción de hábitos saludables en relación con la actividad física y la alimentación equilibrada.