sábado, 6 de abril de 2013

La discriminación social de las personas obesas. Una cuestión de género

Es indudable que las personas con sobrepeso y obesidad sufren una presión moral sobre su cuerpo superior al resto de la sociedad. En la sociedad actual el ser obeso tiene una vinculación casi directa con conceptos como falta de voluntad, de autocontrol, dejadez y pereza. Desde las instituciones sanitarias se les advierte de los peligros que corren y de su irresponsabilidad si no ponen remedio a tiempo. El mensaje parece claro, no podemos permitir que el obeso vaya enfermando poco a poco, pero tampoco podemos permitir el coste económico que esto supone. La presión ejercida hacia las personas con sobrepeso y obesidad, no es fácil de soportar.

Autores como John Evans, Emma Rich y Brian Davies han observado como los códigos sociales en los que se basan estructuralmente la tendencia a la perfección están ligados a los imperativos morales que se establecen sobre el cuerpo, forjándose sobre la idea de un cuerpo saludable y su vinculación con el peso ideal. La moralidad que transmiten estos discursos sirve de herramienta para la exclusión o inclusión de las personas en el grupo de normales según los valores sociales establecidos. Aceptar la obligación moral de cuidarse siguiendo los imperativos de la salud relacionados con un estilo de vida saludable mediante la práctica de un control del peso corporal, es una obligación de todo buen ciudadano. Dentro de los códigos de perfección, la regulación del cuerpo está íntimamente ligada a los imperativos morales relativos al control del peso constituyendo actos de inclusión y exclusión que tienen connotaciones morales. Las responsabilidades individuales para controlar la alimentación y la obligación de realizar actividad física son moralizantes. Constituyen “imperativos de salud”, que transmiten una versión particular de la virtud y la conciencia, acompañado de poco o ningún debate sobre si más allá de las necesidades de la salud biomédica, esto puede ser éticamente correcto.

La guerra contra la grasa tiene consecuencias especialmente devastadoras para las mujeres con sobrepeso. Vivimos en una cultura donde los medios de comunicación y el entorno social, le recuerdan a la mujer varias veces al día que cuidar su cuerpo debe ser lo más importante en su vida. Las mujeres pagan un alto precio por la obsesión de nuestra cultura por el peso. El bombardeo de productos publicitados a diario para mantener el cuerpo dentro de los patrones culturales de delgadez, esbeltez y cuidado corporal en general, supone un coste económico y emocional para las mujeres. Tal es la presión a la que está sometida la población para hacerse responsable de su imagen y la salud de su cuerpo que hemos construido una cultura que garantiza que pocas personas estén en paz con su cuerpo. La sociedad no se cansa de recordarnos nuestras imperfecciones. Autores como López de la Torre y Bellido se preguntan sobre esta persecución social del obeso y su posible estigmatización. ¿Hasta dónde debería presionar la sociedad a un obeso bien informado y con suficiente capacidad de decisión para cambiar sus hábitos de vida en aras de un beneficio perso­nal, social y económico? La sociedad parece luchar contra el obeso, no contra la obesidad.

 
Para ilustrar el tema de este post os recomiendo ver el debate ofrecido en “Para todos la 2” sobre la discriminación de las personas obesas.