La visión catastrofista, sobre el control del peso
corporal, que orienta al ciudadano hacia la consecución de un objetivo sin
preocuparse del proceso de fomentar una verdadera conciencia de valores sobre
la persona y su cuerpo, pueden producir preocupaciones nocivas sobre la
apariencia corporal y la alimentación. Este tipo de visión puede generar
consecuencias que pueden fomentar otros problemas de salud, relacionados con un
enfoque centrado en la actividad física como ejercicio y en los alimentos como
energía. Cada vez más se está empezando a poner de relieve que un gran número
de personas tanto jóvenes como adultos están experimentando sentimientos de
insatisfacción corporal y una relación problemática con la alimentación y la
actividad física (1). Esta relación problemática puede desembocar en una
percepción de la imagen corporal fuera del patrón de normalidad social. De esta
forma hay investigadores que han concluido que los adolescentes y las niñas en
particular suelen percibirse con mayor peso al real. Esta percepción se
encuentra asociada a un nivel de autoestima más bajo y un mayor grado de
insatisfacción corporal (2, 3).
Estas circunstancias plantean interrogantes en cuanto a si
las iniciativas de las instituciones oficiales, originadas para la promoción de
estos imperativos que favorezcan estilos de vida relacionados con la salud, en
realidad están ayudando a la población a tener una mejor calidad de vida (4).
Debemos reflexionar desde las
instituciones educativas y sanitarias sobre las estrategias pedagógicas sobre
la promoción de la salud y analizar si tienen áreas de mejora. La educación
para salud basada en conceptos mecanicistas con objetivos finalistas que se
puedan medir y pesar en busca de la normalización de la salud se muestra
insuficiente. Estas iniciativas no parecen favorecer el fomento de hábitos
saludables en búsqueda de una buena salud física, psíquica y social. Incluso pueden
originar un potencial riesgo de estigmatización de las personas que no pueden
controlar su peso corporal al recordarle su responsabilidad y autonomía en el
cuidado de su salud. No se trata de
desligar al ciudadano del cuidado de su salud.
Creemos que debemos favorecer su capacidad reflexiva poniendo a su disposición las certezas e incertidumbres científicas y los posibles caminos a elegir. Los programas de promoción de salud, según nuestra opinión, deben evitar la focalización de la responsabilidad de los ciudadanos en su autonomía para cumplir un programa que les llevará a estar saludables. Si este objetivo no se alcanza la frustración llega con facilidad. Nosotros proponemos que estos programas posibiliten que el ciudadano sea participe y guíe su salud hacía sus conceptos de bienestar físico, psíquico y social construidos dentro de su proyecto de vida que constituye su propio yo.
Creemos que debemos favorecer su capacidad reflexiva poniendo a su disposición las certezas e incertidumbres científicas y los posibles caminos a elegir. Los programas de promoción de salud, según nuestra opinión, deben evitar la focalización de la responsabilidad de los ciudadanos en su autonomía para cumplir un programa que les llevará a estar saludables. Si este objetivo no se alcanza la frustración llega con facilidad. Nosotros proponemos que estos programas posibiliten que el ciudadano sea participe y guíe su salud hacía sus conceptos de bienestar físico, psíquico y social construidos dentro de su proyecto de vida que constituye su propio yo.
La Ley de Salud Pública en Andalucía propone un proceso de
“empoderamiento” de los ciudadanos para incorporar la toma de decisiones en el
cuidado de su salud (5). Pero aún siendo esta una buena iniciativa, yo añado que a ese poder de decisión propuesto por algunas instituciones
sanitarias es necesario darles forma en los programas de promoción de la salud con
el objeto de favorecer un proyecto vital de los ciudadanos. Proyecto vital basado
en la formación de la persona pero en relación con las instituciones sociales y
otros ciudadanos, por lo tanto, compartiendo responsabilidades y decisiones por
igual. Creemos que esa es la intención de esta ley cuando manifiesta la
necesidad de empoderamiento
de las personas en relación con su salud. Si
no es así, ese poder de decisión sólo quedaría en la elección entre diferentes
opciones ofrecidas por las instituciones.
Quizás sea el momento de orientar las estrategias en
educación para la salud entorno a otras estructuras que no estén cimentadas
exclusivamente en el cuerpo, la vida y la muerte bajo la responsabilidad
exclusiva del ciudadano. La salud como defienden algunos autores debe
convertirse en parte de nuestro proyecto biográfico y el aprendizaje de hábitos
saludables debería ser un proceso y no una meta (6).
1. Goñi A. y Rodríguez A. (2004).
Trastornos de la conducta alimentaria, práctica deportiva y autoconcepto físico
en adolescentes. Actas Españolas
de Psiquiatría 2004; 32: 29-36.
2. Perrin E.M., Boone-Heinonen J., Field A.E., Coyne-Beasley T. y
Gordon-Larsen P. (2010). Perception of
overweight and self-esteem during adolescence. International Journal Eat Disord;
43 (5): 447-54. Disponible en: http://dx.doi.org/10.1002/eat.20710
3. ter
Bogt T.F., van Dorsselaer S.A., Monshouwer K., Verdurmen J.E., Engels R.C. y
Vollebergh W.A. (2006). Body mass index and body weight perception as risk
factors for internalizing and externalizing problem behavior among adolescents.
Journal Adolescent Health; 39:27–34.
4. Agencia española de seguridad alimentaria. (2005). Estrategia
para la Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad. NAOS. Ministerio
de Sanidad y Consumo. Madrid: (AESA).
5.
Junta de Andalucía. (2011). Ley de Salud Pública. Disponible en: http://www.juntadeandalucia.es/salud/export/sites/csalud/galerias/documentos/c_3_c_5_ley_salud_publica/leySaludPublica.pdf
6. Magliozzi P. (2006).
De la salud biológica a la salud biográfica. Santiago de Chile: Universidad
Católica de Chile.